jueves, 11 de septiembre de 2014

"FRASCUELO" Y "EL PANA" CORTAN UNA OREJA DE DISTINTO VALOR EN GUADALAJARA (ESPAÑA)

Guadalajara (España), Javier López, 11 sep (EFE).- Una oreja pasearon hoy Carlos Escolar "Frascuelo" y Rodolfo Rodríguez "El Pana" en la primera de la feria de Guadalajara (centro). Mientras el primero llegó por una faena de torería y sinceridad, la del segundo fue consecuencia del personal y excéntrico espectáculo que ofreció.

Ficha del Festejo.- Cinco toros de Juan Manuel Criado y uno -el cuarto- de Encinagrande, bajitos y armónicos de hechuras, bien puestos por delante, flojos y descastados.
Carlos Escolar "Frascuelo": pinchazo hondo (ovación); casi entera (oreja con petición de la segunda); y pinchazo y media (vuelta al ruedo tras leve petición).
Rodolfo Rodríguez "El Pana": tres pinchazos (silencio); tres pinchazos y tres descabellos (silencio tras aviso); y tres pinchazos (oreja).
La plaza tuvo casi tres cuartos de entrada en tarde agradable.

EL TOREO DE FRASCUELO Y EL "SHOW" DEL PANA

La tarde que abrió la feria de Guadalajara traía el aliciente de ver enfrentados a dos de los toreros más veteranos de España y México: Frascuelo y el Pana. Dos grandes reservas con buqué a toreo añejo, con una tonalidad similar por sus semblantes de toreros maduros, pero radicalmente diferentes en cuanto al regusto y poso que uno y otro dejan en el paladar del buen aficionado.

Frascuelo es la pureza, el clasicismo más auténtico evocado a través de un concepto de otro tiempo, que nada tiene que ver con el academicismo y el actual sota, caballo y rey, mientras el Pana es bohemia y excentricidad al cincuenta por ciento, un singular torero que ofrece un espectáculo de una teatralidad tan exagerada que, extrapolada al ruedo, llega a rozar lo cómico sin pretenderlo.

El aroma de Frascuelo no tardó en hacerse presente con dos lances a la verónica y media de exquisito sabor en el recibo a su primero, un toro bajito y que pronto evidenció escasa fortaleza, perdiendo las manos a la salida del único picotazo que cobró en el caballo y negándose enseguida en el último tercio, fruto también de su manifiesta falta de casta.

El veterano espada madrileño porfió mucho al principio, consintiéndolo y toreándolo a su aire, sin apretarle, hasta conseguir varios muletazos aislados de notable factura ya en el epílogo, de una labor tesonera pero sin unidad.

En el tercero empezó Frascuelo a ponerle cara la tarde al Pana. Los doblones con los que principió faena, simplemente geniales, y lo que vino a continuación, aún sin hilván, tuvo también su aquel por el regusto que trató de imprimir a cada muletazo.

Faena basada sólo por el pitón derecho de un toro con tendencia a buscar las tablas y con un notable componente de emoción en la suerte suprema, tirándose muy de verdad, arriba, a matar o morir, saliendo incluso trompicado. Un estocada que, por si sola, valió la oreja que paseó.
El quinto sembró el caos en banderillas y tuvo mal estilo en la muleta, metiéndose por los dos pitones y reponiendo. Pero enfrente hubo un torero gallardo y muy asentado que, a base de perderle pasos, logró muletazos de mucha entidad. Faena de amor propio y mucho oficio de Frascuelo, que, sin redondear la puerta grande, dejó gran poso en Las Cruces.

Lo del Pana, ya está dicho, fue caso aparte. No se puso ni una sola vez delante de su blandengue e insulso primero, al que se limitó a medio pasar de forma perfilera, dejándose tropezar además todos los amagos de muletazos que quiso dar y no dio. Así la labor, afeada además por su tendencia a torear encogido y sin sacar los brazos, no pasó de un simple proyecto.

El cuarto, que cobró de lo lindo en varas, desarmó al Pana en el segundo ayudado por alto de apertura de faena, saliendo perseguido también en la primera serie a derechas ante un toro también descastado y en el límite de las fuerzas.

A pesar de la paciencia que pidió el mexicano al tendido, la verdad fue que volvió a verse a un torero a la deriva, más pendiente de los alardes y los preparativos que de torear. El sainete con la espada fue también fenomenal.

Lo mejor de su actuación llegó en el personalísimo saludo capotero que recetó el Brujo de Apizaco al sexto, en el que intervino por navarras el sobresaliente Iván Abasolo. Sorprendió también el Pana con los palos, en dos pares al quiebro y otro más "de calafía", que es clavar de espaldas "al violín". La plaza era un clamor, mientras el azteca daba una ceremoniosa vuelta al ruedo.

Abrió faena con un ceñido pendulazo al hilo de tablas y, a pesar del fervor de las masas, ahí se acabó todo. Trasteo de más efectos especiales que otra cosa, pues nuevamente no volvió a pegar un pase en condiciones por mucho que le jalearan desde el tendido. Pese a pinchar tres veces, cortó una oreja de claro tinte triunfalista. EFE.

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